Buscando una Nueva Masculinidad

 por Omar Pereira

Sin ponernos en el lugar de ¨víctimas¨, en un mundo donde la vieja masculinidad patriarcal y la cultura de los ¨hombres suaves¨, surgida a partir de la década del 60, están cada vez más en crisis, los hombres necesitamos descubrir y desarrollar una nueva masculinidad más equilibrada.

En sociedades precarizadas por el modelo, cada vez más salvaje, de la economía de mercado, los hombres, ya no podemos cumplir adecuadamente con los viejos mandatos, todavía imperantes, del sistema patriarcal dominante. Así, los actuales patrones de masculinidad, tanto el tradicional y patriarcal (machista) como el moderno modelo de ¨hombre suave y receptivo¨, hacen agua por todos lados.
El hombre fuerte y agresivo, el autoritario ¨padre y sostén de familia¨, el ¨macho proveedor¨, ya no es posible porque la dinámica económico-productiva ha cambiado todas las reglas de juego. La precariedad laboral, la baja constante de los salarios con respecto al creciente costo de vida, el descenso permanente de la edad piso para la inserción en el mundo laboral, la competencia creciente con la mujer por los puestos de trabajo, son algunos de los elementos que marcan el choque entre el mandato social y la posibilidad de cumplirlo. El stress, la depresión y la angustia entre los hombres es un fenómeno instalado y creciente que nos afecta cotidianamente, individualmente y en nuestras vidas de relación, en nuestra vida de pareja y/o de familia.
El hombre suave, emocional y receptivo, se encuentra en peores condiciones para enfrentar esta problemática. Ha desarrollado bastante su costado femenino pero, por ese mismo motivo, a la hora de sacar adelante su vida individual o de relación cuenta con menos recursos para hacerlo, sus propias virtudes se convierten en defectos.
Con respecto al mundo exterior, ambos modelos de masculinidad enfrentan los mismos problemas. En la vida de relación, en la pareja o el matrimonio, si bien su suerte ha sido desigual, ambos terminan enfrentándose con la desarmonía y la ruptura, ya sea por la rigidez de uno como por la flexibilidad del otro.
Si partimos de la base de los 3 pilares de la pareja –atractivo sexual; compartir pasiones existenciales básicas (afinidades); ser un buen equipo resolvedor de conflictos– nos encontraremos que, con el transcurso de los años, muchas veces las cosas han ido cambiando para mal.
El atractivo sexual de los primeros tiempos es algo que puede haber menguado, o desaparecido, afectado por los problemas del mundo externo, la rutina y la incapacidad de establecer una conexión profunda que trascienda los cambios físicos.
Las afinidades –intereses y actividades compartidas– pueden haber cambiado debido a crecimientos personales desiguales, o haber sido sepultadas, sacrificadas, por las ¨obligaciones de la vida¨, generándose así un fuerte sentimiento de no tener ya nada que ver el uno con el otro.
El campo del tercer pilar, el de ser un buen equipo resolvedor de conflictos, es algo en lo cual no hemos sido bien entrenados, o no hemos sido entrenados en absoluto, y hasta quizá hayamos sido, inconscientemente, entrenados para generar conflictos y no para resolverlos; aquí es donde, por lo general, se dan las mayores luchas de poder en el seno de una pareja y lo que lleva a la ruptura, sin embargo, es el punto por donde podemos comenzar a trabajar para revitalizarla.
En el camino de la revitalización de la pareja, uno de los trabajos que, como hombres, deberemos llevar a cabo será el de descubrir y poner en práctica una nueva visión de lo masculino, que recupere, en forma positiva, aspectos de la antigua masculinidad (firmeza, fuerza, agresividad, seguridad, valentía, creatividad) y los integre con aspectos relativamente adquiridos (fluidez, sensibilidad, emocionalidad, receptividad, solidaridad, ternura) y otros aún no desarrollados (intuición, empatía, compasión, etc.) desde lo femenino, en forma equilibrada.
Una masculinidad que nos permita resolver los problemas que nos plantea el agresivo mundo exterior sin morir en el intento, y que, a la vez, nos permita ser sensibles, tiernos y receptivos en el interior de nuestras parejas y familias.
Hoy en día, el campo de la nueva masculinidad, no es tierra baldía, existen muchas y diversas experiencias en el tema, trabajando desde lo individual a lo grupal, desde la recuperación de lo ritual y espiritual hasta lo político, pregonando y luchando por la igualdad de género.
La pareja, como ámbito de trabajo y expansión de cada uno de sus integrantes, si sabemos generar el espacio adecuado, desde el amor y la solidaridad, puede ser uno de los mejores lugares para desarrollar una Nueva Masculinidad.

3 comentarios:

  1. Interesantísimo artículo.
    ¿Puedes recomendarme algunos libros al respecto?

    Muchas gracias

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  2. IDENTIDAD MASCULINA:
    Identidad: un modo personal de identificarnos y diferenciarnos de los demás.
    Identidad masculina nos estamos refiriendo a identidad de genero, características adjudicadas a la masculinidad en un momento histórico, geográfico y en un con texto cultural y social determinado.
    Lo masculino no es ninguna esencia, el hombre nace y el varón se hace. Las características que solemos identificar como masculinas no son innatas, sino consecuencia de un proceso de socialización que pretende relaciones de dominación entre los sexos. La identidad o mejor dicho, la condición masculina es por tanto un producto social, un resultado que podemos modificar en uso de nuestra libertad, si deseamos una sociedad en la que ningún sexo oprima al otro.
    Las diferencias biológicas entre la mujer y el hombre son naturales y no modificables, las diferencias observables entre mujeres y hombres se deben fundamentalmente a la socialización, que es la encargada de fomentar o reprimir las actitudes e intereses que se considera adecuados a cada sexo.
    No se conoce ningún defecto o virtud, de comportamiento o carácter, que lo sea solo en un sexo. ((Antonio García Domínguez – Presidente de
    A.h.i.g.e (Asociación de hombres por la igualdad de género)
    No existen ni cualidades femeninas, ni masculinas, si no potencialidades a desarrollar. (Jesús Rafael)
    gaviotaazul5965@yahoo.es
    http://es.groups.yahoo.com/group/grupohombresporunanuevamasculinidad/

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  3. Una revolución interior
    Así pues, la revolución masculina será, fundamentalmente, interior. En nuestro caso hemos de buscar, dentro de nosotros mismos, las parcelas de poder que han de ser conquistadas. En eso, las mujeres nos llevan mucha ventaja, quizás, mucho más de un siglo. Los hombres llevamos tanto tiempo mirando hacia fuera, que hemos olvidado que lo importante está dentro. Intentar abrir una nueva ventana y permitir que la luz invada nuestros encallecidos espíritus.
    Desde que nace se trata de fomentarle unos comportamientos y reprimirle otros, al tiempo que se le transmiten ciertas convicciones de lo que significa ser varón porque el propósito de educar un niño no sexista, obliga a reforzar valores poco frecuentes entre sus iguales e inculcar una actitud critica frente a las manifestaciones más censurables del modelo masculino tradicional, que inevitablemente le llegaran en forma de exigencias a través de múltiples canales: la familia, la escuela, la televisión, sus iguales, etc.
    AISLAMIENTO: Todos -y todas- sabemos lo que alivia, el solo hecho de contar un problema. Pero es frecuente en los hombres, la sensación de no poder o no saber compartir: "los problemas gordos me los trago solo".
    Educados para Competir y triunfar se les presenta la confianza como peligrosa, (somos esclavos de lo qué decimos y dueños de lo que callamos). No es recomendable comentar las propias dudas sobre algo que pensamos hacer o defender a nuestros rivales (en el trabajo, la política,...) por que lo pueden usar para vencernos.
    El VALOR se nos supone al tiempo que se nos exige reiteradamente demostrarlo.
    Hay quien dice que ocultamos los SENTIMIENTOS y puede que algunos lo hagan para evitar comprometerse, pero más bien parece que a fuerza de negarlos, de no reconocerlos ni expresarlos, como todo lo que no se utiliza se atrofia.
    Los niños nacen con capacidad para expresar sus emociones pero se les socializa fuera de ellas o se les enseña a expresar la ternura a través de la rudeza, (apretones de mano, palmadas en la espalda, exigencia,...).
    Nos dijeron que los hombres no lloran y aprendimos a controlar las lagrimas (y el resto de los sentimientos) para lograr el reconocimiento, hasta el punto de pedir excusas cuando no lo conseguimos (perdón no pude controlarme,) aunque luego y en determinadas circunstancias, te echen en cara que no sepas hacerlo. Los privilegios cuestan caros y en el campo de los sentimientos, todo lo que ganamos en poder lo pagamos en represión emocional.
    Nos parecemos más a caballeros dentro de una armadura oxidada, que nos impide contactar emocionalmente con los y las demás o a Pinocho, un muñeco de madera luchando por humanizarse, al que le crece la nariz con cada mentira.
    Orientados hacia una META que dé forma y sentido a sus esfuerzos. Los hombres son entrenados entre la exhortación y la humillación (ganador o perdedor) buscando que sean competitivos, controlados e independientes.
    La necesidad de una meta les acompaña siempre, por eso se dice que padecen el síndrome de Ulises, el héroe mitológico que se pasó la vida intentando llegar a Itaca sin darse cuenta que la vida era el camino.

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