Extractos del Diario de Eva por Mark Twain


En esta segunda entrega de Los Diarios de Adán y Eva nos encontramos con una Eva recién nacida, que se considera un experimento, el más importante de la creación, que comienza a conocer el mundo, a su manera, desde la intuición y la emoción...


     Estuve siguiendo al otro Experimento ayer a la tarde, a la distancia, para ver si podía darme cuenta de para qué servía. Pero no pude descubrirlo. Creo que es un hombre. Nunca había visto a un hombre, pero parece uno de ellos, y estoy segura de que es lo que es. Me doy cuenta de que siento más curiosidad acerca de él que respecto de cualquiera de los demás reptiles. Si es que se trata de un reptil, y supongo que sí: porque tiene el cabello dealiñado y ojos azules, y parece un reptil. No tiene caderas; se va angostando como una zanahoria; cuando está parado se estira como una grúa; por eso creo que es un reptil, aunque podría ser sólo una fachada.
     Le temía al principio, y cada vez que se daba vuelta empezaba a correr, porque creía que iba a perseguirme; pero poco a poco me di cuenta de que sólo trataba de escaparse, así que después de eso abandoné mi timidez y seguí sus rastros durante varias horas, unas veinte yardas detrás, lo que lo ponía nervioso e incómodo. Al final, se preocupó bastante y se subió a un árbol. Yo esperé un buen rato, luego lo abandoné y me volví a casa.
     En el día de hoy de nuevo lo mismo. Lo encontré otra vez arriba del árbol.

     Domingo.- Aún está ahí arriba. Descansando, aparentemente. Pero es un subterfugio: el domingo no es el día de descanso, el sábado es el día señalado para eso. Me parece que esta criatura está más interesada en descansar que en cualquier otra cosa. Me cansaría descansar tanto. Me cansa de sólo sentarme a observar el árbol. Me pregunto para qué sirve; nunca lo veo hacer nada.
     Devolvieron la luna anoche; ¡me puse tan feliz! Creo que es muy honesto de parte de ellos. Volvió a deslizarse y a caerse, pero no me angustié; no hace falta preocuparse cuando se tiene esa clase de vecinos; ellos la devolverán. Ojalá pudiese hacer algo para demostrarles mi aprecio. Me gustaría mandarles algunas estrellas, porque tenemos más de las que podemos usar. Quiero decir yo, no nosotros, porque puedo ver que al reptil estas cosas no le importan.
     Tiene mal gusto, y no es amable. Cuando fui allí ayer al anochecer había bajado y estaba tratando de atrapar los pececitos manchados que juegan en el estanque, y tuve que tirarle con unos terrones para hacerlo subir al árbol de nuevo y que los dejara en paz. Me pregunto si será para eso para lo que sirve. ¿No tiene corazón? ¿No siente compasión por esas criaturas? ¿Puede ser que haya sido diseñado y construido para una tarea tan indigna? Tiene toda la apariencia. Uno de los terrones que le arrojé le dio detrás de la oreja, y entonces usó el lenguaje. Me dio un escalosfrío, porque era la primera vez que oía la voz de alguien, excepto la mía propia. No comprendí las palabras, pero parecían ser expresivas.
Cuando descubrí que podía hablar, sentí un nuevo interés en eso, porque me encanta hablar, hablo todo el día, y en sueños también, y soy muy amena, pero si tuviese alguien con quien hablar podría ser el doble de amena, y nunca pararía, si quisiera.
     Si este reptil es un hombre no se trata de un eso, ¿no es cierto? Eso no sería gramatical, ¿no es así? Creo que sería un él. Eso creo. En ese caso se analizaría así: nominativo, él; dativo, a él; posesivo, su. Bueno, lo consideraré un hombre y lo llamaré él, si no resulta ser otra cosa. Esto será más práctico que manejar tantas incertidumbres.

     Domingo de la semana siguiente.- Estuve toda la semana pegada a él e intenté presentarme. Tuve que sostener la charla, porque él estaba cohibido, pero no me importó. Parecía agradecido de tenerme cerca, y usé  varias veces el ¨nosotros´, tan sociable, porque parecía halagarlo el sentirse incluído.

     Miércoles.- Nos estamos entendiendo bastante bien ahora, de veras, y cada vez nos estamos conociendo más y mejor. Ya no trata de evitarme, lo que es una buena señal, y demuestra que le gusta tenerme con él. Eso me agrada, y trato de serle útil en todo lo que pueda, para que aumente su estima hacia mí. Durante los dós últimos días lo liberé del trabajo de ponerle nombres a las cosas, y eso fue un gran alivio para él, porque no está muy dotado para esa tarea, y está sin duda muy agradecido. Es incapaz de pensar en un sólo nombre inteligente, aunque sea para salvar las apariencias, pero yo no lo dejo sospechar que estoy al tanto de su defecto. Cada vez que una nueva criatura aparece, yo le pongo un nombre antes de que tenga oportunidad de quedar en evidencia en uno de esos silencios incómodos. En este sentido, le he evitado unos cuantos papelones. Yo no tengo un defecto como el suyo. No bien pongo los ojos en un animal, sé lo que es. No tengo que reflexionar ni un instante; el nombre correcto me sale instantáneamente, como si fuese una inspiración -como, sin duda, lo es- porque estoy segura de que ese nombre no estaba en mí medio minuto antes. Parezco saber qué animal es sólo por el tamaño de la criatura y el modo en que actúa.
     Cuando el dodo apareció, él creyó que se trataba de un gato salvaje: lo vi en sus ojos. Pero lo salvé. Y tuve cuidado de no hacerlo de un modo que hiriese su orgullo. Hablé en un tono muy natural, de sorpresa complacida, y como si ni soñara con darle información, y dije: ¨Bueno, pero quién está aquí, si es el dodo¨. Le expliqué -sin que pareciese que estaba explicando- cómo era que sabía que era un dodo y, aunque creo que estaba un poco molesto porque yo conociese a la criatura y él no, era evidente que me admiraba. Eso fue muy agradable y pensé en ello más de una vez con satisfacción antes de dormirme. ¡Qué cosas pequeñas pueden hacernos felices cuando sabemos que las hemos ganado merecidamente!

     Jueves.- Mi primera pena. Ayer me evitó y parecía desear que no le hablase. No podía creerlo, y pensé que había algún error, porque a mí me gusta estar con él y escucharlo hablar y sí es así, ¿cómo podría ser que él se mostrase poco amable conmigo si yo no le había hecho nada? Pero, al final, resultó ser así, y por eso yo me fui a sentar sola al lugar donde lo vi por primera vez la mañana en que fuimos hechos y yo no sabía qué era él y me resultaba indiferente; pero ahora ese era un lugar lúgubre y cada pequeña cosa habla de él y mi corazón estaba muy lastimado. No sabía el por qué con claridad, porque era un sentimiento nuevo; no lo había experimentado antes y era todo un misterio y no podía entenderlo.
     Pero cuando vino la noche no pude soportar la soledad y fui al nuevo refugio que se ha construido, a preguntarle qué había hecho mal y cómo podía arreglarlo para recuperar su favor otra vez; pero me sacó afuera, a la lluvia, y esa fue mi primera pena.

     Domingo.- Ahora nos llevamos bien de nuevo y estoy feliz; pero esos días fueron duros; no pienso en ellos si puedo evitarlo.
     Intenté llevarle alguna de esas manzanas, pero no puedo aprender a tirar derecho. Fallé, pero creo que la buena intención le agradó. Están prohibidas, y él dice que voy a ocasionarme algún daño; pero si llego a dañarme por complacerlo, ¿qué importa el daño?

     Lunes.- Esta mañana le dije mi nombre...

No hay comentarios:

Publicar un comentario