La disputa de la época por Mark Josephs-Serra


No te está sucediendo solo a ti

Las relaciones de pareja están en crisis. ¿Eres de los/las que piensas: “Oh, Dios mío, ¿qué nos pasa a mí y a mi pareja? ¡Todo el mundo parece llevarlo bien menos nosotros!”? Si es así, estás equivocado/a. Todos los demás tampoco lo llevan bien. La mayoría de las parejas terminan separándose o divorciándose y cada día más gente ni tan siquiera contempla la posibilidad del matrimonio. Así que no solamente sois tú y tu pareja quienes tenéis problemas: todos tenemos.

A raíz de esto surge una pregunta muy interesante: si las relaciones están en crisis a un nivel cultural, ¿nuestras dificultades se explican porque llevamos mucha carga personal del pasado, o tendría que ver con la manera en que las relaciones personales en sí están evolucionando en nuestra cultura? ¿Podemos afirmar que esta crisis es consecuencia de nuestros traumas de la infancia? ¿Millones de nosotros estamos tan desequilibrados que no somos capaces de mantener relaciones saludables y duraderas? ¿O es que está sucediendo algo cultural colectivo en este momento específico en la historia de la humanidad que hace que las relaciones sean especialmente difíciles?

En este artículo sugiero que estamos todos involucrados en un desarrollo cultural que es muy doloroso, pero también positivo y necesario, y que una vez se desvele toda la panorámica nos daremos cuenta de lo similares que son todas las relaciones de pareja y también cuán similares son nuestras luchas y dificultades. Para muchas personas darse cuenta de esto no es solamente consolador, sino que abre una visión expandida e inspiradora de las relaciones íntimas.

Para simplificar, en este artículo voy a hablar heterosexualmente, aunque en realidad no estaré hablando de la relación Hombre-Mujer sino de la relación Masculino-Femenino, que ocurre también en relaciones no heterosexuales.

La historia hasta aquí

Primero deberíamos darnos cuenta de que estamos involucrados en una trama cultural y aceptarlo.

Ninguno de nosotros está fuera de este espacio y este tiempo. Todos nosotros somos hijos de la era o época en la que hemos nacido y todos heredamos los hábitos, suposiciones y costumbres de las generaciones que han vivido antes que nosotros. Su forma de pensar, sentir y comportarse persiste en nosotros. Cambiar totalmente los prejuicios requiere generaciones.

Entonces, ¿cuál es la trama cultural de las relaciones de pareja en la que nos encontramos?

Para expresarlo de un modo sencillo, digamos que hasta hace cien años el principio fundamental en el cual se basaban las relaciones era el ‘Sentido del Deber’, pero que en el último siglo se ha estado produciendo un cambio progresivo del ‘Deber’ al ‘Placer’.

Así que si antes las parejas permanecían unidas por el ‘Deber’ y no esperaban disfrutar de su relación, hoy las parejas se unen con una gran expectativa de ser felices y pasarlo bien. O sea, que lo que une a la pareja ya no es el ‘Sentido del Deber’ sino el ‘Sentido del Placer’.

No es que usted o yo hayamos escogido estas expectativas. Durante la adolescencia no pensamos: “Personalmente creo que el ‘Modelo del Deber’ está caducado y me inclino por el ‘Modelo del Placer’.” No, simplemente recogemos ideas y actitudes que están ‘en el aire’ de la cultura que nos rodea. Cuando miramos a nuestro alrededor vemos que el ideal moderno de relación no es el de permanecer juntos a pesar de todo, sino el de estar continuamente enamorado, el de sentirse continuamente apasionado y sexualmente atraído el uno por el otro y así disfrutar de la vida juntos. Automáticamente abordamos nuestras relaciones con estas expectativas, y cuando estas no se cumplen hay dolor, hay sufrimiento.

Cuando termina la fase de ‘Luna de Miel’ (a los seis meses, al año, tal vez tres años) nos sentimos desilusionados. Cuando irrumpe el dolor, nos desmoronamos. No es lo que esperábamos, no es lo que habíamos proyectado. Y decimos: “Hay algo que no funciona en esta relación; ahora veo que no estamos hechos el uno para el otro. Buscaré a otra persona, alguien con quien pueda compartir más placer y menos dolor.”

Niños Buenos y Mamás Enfadadas

Pero el ‘Modelo del Placer’ no es el único problema. Hay otro. Desde hace más o menos cien años las mujeres se han estado sublevando y han estado rechazando ser dominadas por hombres emocionalmente ausentes, inmaduros, arrogantes y a menudo físicamente abusivos. ¿Es esto un problema? No, no en sí mismo. Pero a medida que los hombres se van dando cuenta de la validez de las quejas de las mujeres y se hacen cargo de la demanda de que deben crecer emocionalmente caen en un estado de confusión y desánimo. Y la combinación de mujeres enfadadas reclamando su poder y hombres despojados de autoridad intentando ser sensibles es una situación muy problemática, especialmente si están atrapados en el ‘Modelo del Placer’.

Cada vez menos mujeres están dispuestas a ser sexualmente utilizadas o a correr detrás de su hombre, por un lado cuidándolo como a un niño y por otro buscando un supuesto sentimiento de admiración. Cada día hay más mujeres que dicen: “¡No, nunca más!”. Y los hombres, despojados de su superioridad, dejando de ser ‘cabezas de familia’, retroceden para dar espacio a esta ‘nueva mujer’. Corren tras ella, sirviéndole tazas de té, tratando de complacerla, pero esta clase de masculinidad débil las irrita aún más.

Mientras que antes (en los tiempos del ‘Modelo del Deber’) muchas parejas interpretaban el papel del ‘Papá poderoso y fuerte’ y la ‘Niña indefensa e inútil’, hoy (en los tiempos del ‘Modelo del Placer’) más y más parejas están atrapadas en el rol de ‘Mamá Enfadada – Niño Bueno’. Y las mamás no quieren sexo con sus niños pequeños, lo cual representa un ligero un problema para el ‘Modelo del Placer’.

En la fase inicial de ‘Luna de Miel’ de nuestra relación nos comportamos muy bien. Pero tanto si dura seis semanas como seis años, tarde o temprano nos estrellaremos contra la roca de ‘Mujer Dura - Hombre Débil’ y nuestro barco del placer naufragará.

Lo que debemos saber y tener en cuenta es que esto es un fenómeno cultural. No ocurre solamente en tu hogar que el hombre se siente infinitamente criticado, no respetado y sexualmente frustrado. Miles de hombres están viviendo y sintiendo exactamente lo mismo. Y no es solamente en tu hogar que la mujer se siente malhumorada, impaciente, intolerante, invisible y no amada. Miles de mujeres están sintiendo lo mismo. Es la situación cultural. Es hasta donde hemos llegado como cultura.

Existe el mismo escenario detrás de millones de puertas de entrada cerradas. Si fuéramos moscas en la pared veríamos exactamente la misma discusión en millones de hogares aconteciendo simultáneamente. Siempre empieza con algo trivial. Por ejemplo, digamos que él ha tenido un pequeño descuido doméstico, ella se ha enfadado y lo menciona. Él se siente atacado inmediatamente y se defiende. “No fue culpa mía”, protesta él, y le suelta una lista de excusas racionales. Entonces ella se enfada, más por su defensividad y su desconexión emocional que por el incidente inicial. Así que se lo dice. Esto refuerza la sensación de ataque inicial que él tuvo, así que empieza a defenderse con más fuerza. Ahora sí que ella se lanza al ataque, empezando a criticarle a él, a sus amigos, su padre, hermanos y todos los hombres, todos, por los cinco mil años de dominación masculina y así sigue y sigue y sigue...

Las mujeres tienen una memoria emocional que sorprende e impresiona a los hombres. En la pasión de su furia pueden sacar acontecimientos emocionales y datos que el hombre es incapaz de recordar. Mientras ella construye su caso con infinidad de ejemplos para probar la inmadurez y la incompetencia de su pareja (y la de todo el género masculino), para él es como estar delante de una metralleta sintiendo el dolor de las heridas de metralla. Perdido y atrapado en su dolor tiene que contraatacar, o huir, o ambos. Aquí el escenario puede variar un poco, pero básicamente es la misma batalla que se libra en millones de hogares. Es la disputa de la época.

En un artículo más largo también podríamos discutir las ocasiones en que la tradicional ‘Mujer Débil’ del ‘Modelo del Deber’ entra en la batalla y se disculpa sintiéndose culpable o asustada y reprime o minimiza su enfado. Igualmente hay veces en que el tradicional ‘Hombre Duro’ entra en escena y amenaza a la ‘Mujer Débil’, o la pega, o contempla con condescendencia su ‘histeria’ y se marcha. Esta clase de comportamiento está muy arraigado en nuestra psique y en nuestro ADN, como resultado de cinco mil años de patriarcado, y forma parte de la disputa de la época.

También podríamos discutir las secuelas, y cómo el dolor acumulado en estas peleas lleva a la separación. Pero el punto principal de este artículo es insistir realmente en que nuestras relaciones no son tan diferentes como imaginamos y en que estamos todos juntos y atados al mismo patrón cultural, con las mismas dificultades y los mismos retos.

Modelos en el ‘mercado’

Cuando las parejas empiezan a comprender la verdad de todo esto, sus relaciones a menudo se transforman. Puede ser una revelación para ellas. Cuando trabajamos con grupos de parejas y cada pareja escucha a las demás y se dan cuenta de que las historias se repiten una vez tras otra, y otra, cada cual se dice a sí mismo: “No estamos solos, no solamente somos nosotros; otras parejas están recreando exactamente el mismo escenario que nosotros. ¡Esto es fascinante y nos da muchísimas esperanzas!” Y entonces, una vez alcanzada esta perspectiva colectiva cultural más amplia, tendremos que poner atención en dos áreas: nuestro modelo de relación y nuestro desarrollo más allá de la Mujer Dura/Mujer Débil y Hombre Débil/Hombre Duro. Como veremos, estas dos áreas son inseparables.

El ‘Modelo del Placer’ es inadecuado porque, como seguramente habrás notado, las relaciones comportan dolor. Tampoco queremos volver al ‘Modelo del Deber’. Los otros dos modelos en el ‘mercado’ son el ‘Modelo del Crecimiento Personal’ y el ‘Modelo Neo-Tántrico’. En el ‘Modelo del Crecimiento Personal’ cada individuo trabaja afanosamente sus propios conflictos con la esperanza de que cada uno llegue a ser consciente de sí mismo. Así habría menos reproche y una comunicación más clara. Y con un poco de suerte será así.

El problema con el ‘Modelo del Crecimiento Personal’ es que no está enraizado en una comprensión cultural. No se tienen en cuenta las diferentes historias de desarrollo evolutivo de hombres y mujeres. Suele ser un camino ‘unisex’ en el cual cada individuo es considerado más como ser humano que como hombre o mujer. Y como que ambos se dedican a trabajar sus propias cargas personales día tras día, gradualmente la relación se vuelve aburrida, pesada y asexual. En cualquier caso, las estadísticas de separación de los ‘Trabajadores de Crecimiento Personal’ son tan malas o más que las del modelo de los ‘Buscadores de Placer’.

El ‘Modelo Neo-Tántrico’ es básicamente una combinación de los dos previos. Intenta conjugar crecimiento y placer. Pero a menos que se resuelva el patrón cultural subyacente, por mucho sexo espiritual que haya en la relación, la tensión entre la ‘Mujer Dura’ y el ‘Hombre Débil’ permanecerá. Y eventualmente su dolor destruirá su felicidad Neo-Tántrica. De todas maneras, de nuevo, las estadísticas hablan por sí mismas.

¿Qué hacemos entonces? ¿No hay un modelo que pueda resolver este masivo dilema cultural?

El ‘Modelo Arquetípico’

Si empezamos con la pregunta “¿qué difuminaría la disputa de la época?”, la respuesta parece obvia: para los hombres sería dejar de defenderse con su mente. Pero esto es más fácil decirlo que hacerlo. ¿Por qué? Pues porque lo que dicen las mujeres es muy doloroso, pero por encima de todo, y aunque lo digan de una manera distorsionada o incluso desesperada, en esencia es cierto.

Cuando las mujeres dicen que los hombres han sido culturalmente condicionados a sentirse superiores, y superficiales tanto a nivel sexual como emocional, y que han hecho un mal uso de su poder, lo expresan desde la verdad de su corazón.

Para los hombres darse cuenta de que su pareja es el mejor espejo que jamás van a encontrar y ver que en realidad ella es su aliada y no su enemiga requiere un trabajo personal muy fuerte. En otras palabras, los hombres tienen que ir más allá de la debilidad que reemplazó la dureza machista anterior. Y no hay bastante con decir: “Tenemos que recuperar un poco la dureza que dejamos atrás.” Esto es verdad, pero para un hombre es necesario, además de eso, abrirse al dolor y a la rabia de la mujer. Se requiere del hombre un compromiso con la verdad y que no se deje llevar por el Ego. Tiene que establecer un compromiso consigo mismo para alcanzar el máximo potencial como hombre. Ha de adoptar un compromiso con la propia masculinidad. Y mientras este compromiso va madurando esto permite a los hombres reencontrarse con las mujeres de una forma nueva.

Cuando el hombre no se defiende, la ‘Mujer Dura’ se ablanda. ¿Acaso vuelve a ser la niñita sumisa que después progresó hasta la ‘Mujer Dura’? Esperemos que no, porque esto sería una regresión. Si la ‘Mujer Dura’ se ablanda, sin dejar de lado el poder tan arduamente conquistado, también accederá a un nuevo nivel de compromiso consigo misma. La voluntad de él de abrazar la verdad que ella siente en su corazón la reafirma.

En pocas palabras: ambos reconocen que lo que ella sentía, aunque mal expresado, ha sido siempre cierto. Gradualmente ella se va sintiendo más segura y confiada en la percepción de su corazón.

Pero ¿qué significa para un hombre ‘no defenderse’? ¿Es solamente decir “sí, querida, te estoy escuchando, qué horrible debe de haber sido todo esto para ti, querida”? No; no defenderse de una mujer significa ser penetrado por la visión del corazón de ella. Lo cual causa mucho dolor. Significa permanecer juntos en el dolor de su corazón sin tratar de cambiarlo. Cuando un hombre permite ser penetrado de esta manera será capaz de penetrar también. En la medida en que él le da la bienvenida a ella en su interior ella le dará la bienvenida a él. Yo veo esto suceder en las vidas de las parejas con las que trabajamos. Lo llamamos el ‘Modelo Arquetípico’ de relación, porque cuando el ‘Hombre Débil’ recupera su poder y va madurando hasta llegar a su plena masculinidad, la ‘Mujer Dura’ también recobra su ternura y madura hasta llegar a su plena feminidad. Entonces se produce un ‘Encuentro Arquetípico’. Asistimos al encuentro de un ‘Hombre’ y de una ‘Mujer’, el encuentro de lo ‘Femenino’ y lo ‘Masculino’, abiertos el uno al otro, pero sin negar su propio poder.

Permaneciendo predominantemente masculino, él se abre a su propia feminidad abriéndose a ella, mientras que ella, permaneciendo femenina, se abre también a su propia masculinidad al abrirse a él. Ambos encuentran su compleción* y tiene lugar un Gran Encuentro Arquetípico a través de dos minúsculos seres humanos. Es algo exquisito, pero no se trata de un arreglo rápido, sino de un intenso viaje compartido. Es precioso ver a las parejas compartiendo el sentido de su relación como un viaje. Un viaje en el cual el desarrollo de la masculinidad del hombre está apoyando el desarrollo de la feminidad de la mujer, y viceversa. Es precioso e inspira un gran respeto ver a los miembros de una pareja sintiéndose aliados, apoyándose y reforzándose mutuamente. Lo que se manifiesta entre un Masculino y un Femenino potenciados es impresionante. Y justamente este potencial grandioso es el que estalla de forma tan dolorosa, tan repetitivamente y tan inconscientemente en los millones de disputas entre parejas que tienen lugar en nuestra época.

* Nota de Pareja Creadora (Diccionario de la Real Academia Española): compleción, sinónimo completitud, cualidad de completo.

Mark y Elisabeth Josephs-Serra son los directores de ‘The Culture of Honouring Project’, dedicado a organizar eventos y cursos para hombres, mujeres y parejas en Inglaterra y Estados Unidos.
Artículo tomado de la revista Athanor.
La imagen es de Julia Larotonda (http://palomailustrada.blogspot.com).

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